Un gran número de personas con dificultades para conciliar el sueño recurren a los fármacos como solución instantánea y eficaz para lograr dormir. Sin embargo, la comunidad científica advierte sobre riesgos significativos para la salud asociados con el uso de fármacos para dormir, sobre todo a largo plazo. Entre ellos se encuentran: dependencia, somnolencia, trastornos cognoscitivos, e incluso infartos y accidentes cerebrovasculares.
De acuerdo con datos del sector salud, existen alrededor de 80 tipos de trastornos del sueño, y se estima que en nuestro país más de 45% de la población adulta sufre de insomnio, apnea o ronquidos, que son los principales trastornos del sueño por los cuales las personas buscan ayuda médica.
El Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz señala que entre las causas principales del insomnio en la población mexicana se encuentran:
- Estrés crónico debido a la inseguridad.
- Estrés por problemas económicos y laborales.
- Consumo de cafeína y alcohol.
- Uso de dispositivos electrónicos antes de dormir.
Otros factores importantes son el sedentarismo y una dieta poco saludable. También se suman condiciones médicas subyacentes, como la depresión y la ansiedad.
Cuando el sueño entra por la boca
Las benzodiacepinas (como el clonazepam y diazepam) y el zolpidem (un análogo de las benzodiazepinas, pero no una benzodiazepina en sí, sino un hipnótico del grupo de los llamados fármacos Z) son los fármacos prescritos comúnmente para tratar el insomnio en todas las edades, aunque en las personas de la tercera edad su uso es mucho más frecuente. El Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) señala que entre un 10 a 25 por ciento de los adultos mayores consume benzodiacepinas e hipnóticos, en comparación con un 2 a 4 por ciento de pacientes jóvenes.

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Las benzodiacepinas e hipnóticos actúan potenciando la acción del neurotransmisor GABA en el cerebro, lo cual reduce la excitación neuronal y promueve el sueño. Según estudios como el de Rudolph y Möhler (2004), las benzodiacepinas ejercen su efecto sobre los receptores GABA, mientras que el zolpidem, como revela el análisis de Greenblatt y otros autores (2000), tiene un mecanismo de acción más selectivo y es eficaz a corto plazo.
Sin embargo, el consumo de benzodiacepinas por periodos prolongados reporta efectos secundarios como deterioro cognoscitivo, depresión, confusión, dependencia, tolerancia y somnolencia, que pueden afectar la capacidad para realizar actividades en las cuales se requiere un nivel de alerta o coordinación física (está relacionado con caídas y facturas, sobre todo en personas de la tercera edad), insomnio de rebote y síndrome de abstinencia.
Dependencia y mayor tolerancia
Uno de los mayores riesgos asociados con los fármacos para dormir es el desarrollo de dependencia y tolerancia. Si bien estos medicamentos actúan sobre el sistema nervioso central para inducir el sueño, con el tiempo el cuerpo puede volverse tolerante a sus efectos, lo que significa que se necesita una dosis más alta para lograr el mismo resultado. Lo anterior puede llevar a un ciclo peligroso de aumento del consumo de medicamentos y a un mayor riesgo de dependencia.
Un estudio reciente publicado en JAMA Internal Medicine, una de las publicaciones médicas más respetadas en el mundo, reveló que el uso a largo plazo de benzodiacepinas para tratar el insomnio estaba asociado con un mayor riesgo de dependencia y uso inapropiado, es decir: un consumo de dosis más altas a las recetadas, ingerirlas sin prescripción médica o por periodos más largos de los indicados.
Impacto a nivel cognitivo y funcional
El impacto en la cognición y el funcionamiento diurno es otro aspecto alarmante asociado al uso de fármacos para dormir. Los análisis científicos han confirmado un deterioro significativo en el rendimiento cognitivo, incluida la memoria a corto plazo y la atención.
Estudios como el de Salín-Pascual y otros (2016) han documentado que muchos usuarios de medicamentos para tratar el insomnio experimentan somnolencia durante el día, dificultades para concentrarse y problemas de memoria. Estos efectos adversos pueden impactar negativamente en la calidad de vida y en el desempeño laboral o en las actividades cotidianas de los pacientes.
Riesgo de efectos secundarios graves
El uso de fármacos para dormir está relacionado con riesgos para la salud cardiovascular y respiratoria. Investigaciones como las de González-Bueso y la de Barbé han vinculado el uso de hipnóticos con un mayor riesgo de eventos cardiovasculares, como infartos y accidentes cerebrovasculares. Asimismo, señalan la asociación entre estos medicamentos y trastornos respiratorios, como la apnea del sueño. Estos hallazgos subrayan la importancia de evaluar cuidadosamente los peligros y beneficios al recetar fármacos para dormir, especialmente en pacientes con condiciones de salud preexistentes.
Ante estos riesgos, es muy importante volver la mirada hacia alternativas naturales y otras basadas en la evidencia para mejorar la calidad del sueño. La terapia cognitivo-conductual para el insomnio (TCC-I) ha demostrado ser efectiva para abordar los trastornos del sueño sin el uso de medicamentos. Hay que tener en cuenta que aunque los fármacos para dormir pueden ofrecer un alivio temporal, la evidencia científica subraya la relevancia de explorar opciones más seguras y sostenibles para promover un sueño saludable a largo plazo.
Si quieres saber más sobre el funcionamientos de los medicamentos para dormir y sus efectos secundarios, puedes consultar los artículos aquí, aquí y aquí.